martes, 22 de noviembre de 2011

LA SANACIÓN INTERIOR

Hace pocos días estuve en un retiro espiritual y quiero compartir algunas frases:

  • La oración es la aventura que termina en la presencia de Dios.
  • Los problemas, inconvenientes y dificultades en la vida terminan cuando nos dejamos ver por Dios, porque necesitamos ser tocados por la mirada de Dios que es perdón.
  • Es necesario sanar la raíz, porque cuando se sana la raíz , se sanan todas las derivaciones del pecado; una forma de realizarlo es a través del Sacramento de la Reconciliación.
  • ¿Cuál es la raíz de lo que enferma mi alma?
  • Lo que uno decide hacer con su vida debe hacerlo por amor, sabiendo que amar es difícil.
  • Hay una cantidad de vacíos que sólo pueden llenarse con el perdón de Dios.
  • Una cosa debo tener clara: Dios me conoce, me ama y me perdona.
  • Todo arrepentimiento de corazón Dios lo perdona en el Sacramento de la Reconciliación.
  • Un signo de que Jesús nos quiere sanos es que siempre estuvo sanando a los enfermos y afligidos.
  • La sanación viene de Dios, de Jesús que se siente de mi debilidad.
  • El pecado es la raíz de toda enfermedad.
  • Muchas enfermedades son reflejo de todo aquellos que no nos deja vivir, pero Jesús vino a sanarnos y por eso se entregó por nosotros, él puede sanar heridas profundas donde no puede llegar ciencia alguna.
  • Las heridas han surgido de un proceso de año a año, por eso la sanación es un proceso de año a año.
  • ¿Cómo sanarme?
  1. Conocer la raíz de la herid.
  2. Buscar quien ore por mi.
  3. Abrir el corazón a Dios.
  4. Pedir el don de la oración que es el Espíritu Santo.
  • La comunidad sana y ayuda a encontrarle sentido a la vida, allí acontece Dios para perdonarme y sanarme.
  • Ensaya a perdonarte, Dios me quiere perdonar, empieza el proceso.
  • Todo hombre desde su nacimiento está llamado a la unión con Dios.
  • Desajustes normales: miedos, rabias, rencores...
  • Nos espera la tarea de ser santos alimentados por la Eucaristía, la oración, el perdón, la supremacía de la Gracia, alimentados por la Palabra de Dios.
  • El nuevo modo de santidad va a necesitar un nuevo modo de oración, ya sin tantas palabras, más de contemplación que es mirarlo fijamente a Él.
  • Hay que meter en proceso la vida, reconocer el camino que uno eligió y aceptarlo, asumir la realidad, personalizarse de ella.
  • Una vez que uno asume y acepta su realidad, el crecimiento se va dando, así sea entre subidas y bajadas; teniendo en cuenta que las crisis son las mejores oportunidades para crecer.
  • Toda vida espiritual es una misión, un proceso, que a medida que pasa el tiempo se va simplificando.
  • Hay una relación directa entre Eucaristía y sanación.
  • La comunión es el alimento que sana.
  • ¿Cómo es mi fe?
  • Cuanta vida nos perdemos por no creer, aguantando la vida.
  • No somos huecos por dentro, Dios habita en nosotros, no moriremos para siempre.
  • ¿Me he sentido invitado a cenar con el Señor?
  • Dios me ama: ¿cuando lo he experimentado?
  • Sin amor nada soy, lo que nos manda el Señor es que nos amemos los unos a los otros.
  • Que nadie se quede sin recibir la Eucaristía que es el pan de nosotros los pecadores y que nos sana.
  • Todos los días es necesario creer en el amor.
  • Es necesario pedir sanar el corazón al recibir la comunión.
  • Hay que postrarse en el Santísimo Sacramento y pedirle que nos muestre como debemos amar.
  • Cada comunión debe ser alimento sabroso con sabor a todo aquellos que nos gusta.
  • Jesús decía a sus discípulos inmersos en la tormenta: ánimo no teman que Soy Yo.
  • ¿Por qué no se curan todos? Por la falta de fe, los santos fueron personas con dolores y sufrimientos internos, muy enfermos. Esto les enseño a aprender a aceptar a entender y a ver a Dios, Jesús en sus sufrimientos.
  • A nosotros no nos corresponde pedir sino por los otros, los enfermos, los demás.
  • Ser maduro es aceptar la enfermedad.
  • Al Señor le corresponde hacer lo que considere bueno para cada uno.
  • Pedro se sintió amado por Jesús luego de negarlo tres veces.
  • Cuando uno entienede es como cuando ve.
  • En la vida espiritual se empieza a ver y a revelar la presencia de Dios con la oración en la vivencia personal.
  • Los limpios de corazón verán a Dios : el que no deja enturbiarlo por el egoísmo, el odio, el rencor. Por eso es necesario aprender a caminar en la presencia de Dios, en mi dificultad, en mi lucha.
  • El hombre es capaz de Dios.
  • Abrir el corazón al otro nos hace transparentar en el otro nuestros sentimientos.
  • El cristiano de hoy o será un místico o no será nada.
  • Si me quiero perdonar y sanar debo girar en el amor.
  • En el atardecer de la vida nos juzgaran en el amor.
  • La santidad no es la ausencia de pecado, sino el crecimiento en la fe, la esperanza y el amor.
  • Quien nos capacita para tener un corazón limpio es el mismo Dios.
  • El perdón y la sanación es un regalo de Dios.
  • Hay que aprender a mirar a Dios en el otro.
  • Cuando perdono estoy creando al otro.
  • Hay que mirar a Dios con una mirada nueva, con su mirada que limpia, purifica, sana enriquece, alumbra.
  • Debo dejarme enriquecer por la mirada de Dios, que me alumbre e ilumine y que también me llene de su mirada para conmigo mismo y los demas
  • No te pido mas, sino que me mires.
Pbr Francisco Javier Jaramillo
Carmelita

miércoles, 16 de noviembre de 2011

JÓVENES CONTRACORRIENTE

¿Qué está pasando con nuestros niños?

Se están quedando sin infancia, parecen adolecentes, estimuilados por aparatos, mucha información, rapidez… Los juegos tradicionales ya no son comunes, las rivalidades son continuas, no se alimentan bien, no tienen tiempo, no tienen alimento espiritual, manejan un lenguaje vulgar, sufren de estrés, se deprimen.

¿Qué hacer ante esta situación?

Es necesario mostrarles el camino correcto, corregirlos con amor, guiarlos.

La realidad realidad de lo que está pasando con los niños y adolecentes está preocupando a la sociedad actual, nuestros niños y adolecentes se están deprimiendo, se están suicidando y tienen problemas de todo tipo. Parece ser que esto responde a una presión que hace la sociedad acerca de cómo deben ellos ser. Los adultos y los jóvenes no se ponen de acuerdo, ¿qué pasó?, hay desconfianza, miedo mutuo, muchos problemas, inconvenientes, se ve la juventud de una manera muy compleja.

Pero los jóvenes son un grupo excelente con muchos valores humanos, pero que viven rodeados de un ambiente amenazante que desafía los hermosos valores.

En el año de 1939 las tropas alemanas de Hitler entraron en Polonia y así comenzó la Segunda Guerra Mundial, luego se extendió por toda Europa, venciendo países como Francia y dominándolos totalmente. ¿Cómo defenderse? Lo habían perdido todo, pero les quedaba su voluntad y entonces surgió un movimiento llamado LA RESISTENCIA: fue la lucha desde abajo contra la Alemania Nazi y con su ayuda se logró la libertad de Francia.

En la historia de la Humanidad se ha mostrado que los que han cambiado el mundo han sido personas que han pensado y no se han dejado doblegar por las situaciones difíciles: La India consiguió su libertad con la no violencia que les enseñó Gandi, sin armas, sin ejército, sin disparar, simplemente con la resistencia valiente y pacífica de un pueblo que mantuvo sus valores.

Son muchos los ejemplos de resistencia en donde algunos pocos se resistieron a ser lo que les imponían, sino que conservaron sus valores y se resistieron a dejar de ser lo que tenían que ser.

El mundo nos muestra un montón de amenazas que nos llaman a ser como ellos quieren que seamos, pero lo que hay que hacer es resistir: es la lucha de la resistecia. Nos han dicho, pero en cambio resistamos.

Nos han dicho que la vida tiene que ser fácil, yo en cambio les digo: vale más cuando es difícil.

Hay que desconfiar cuando las cosas son fáciles porque algo malo esconden, las cosas rara vez son fáciles, cuando nacimos estabamos ensangrentados, desnudos, con sangre; y a partir de ahí todo fue complicado: los primeros pasos fueron antecedidos de muchas caídas, fue difícil entrar en la vida escolar, es difícil amar, es difícil perdonar, es difícil ser excelentes, es difícil estudiar, la vida no es fácil, y el que diga lo contrario miente, la vida nunca se gana pasando agachado por todos los desafíos. Nunca llegarás lejos si no aprendes a volar alto y para volar alto hay que hacer mucho esfuerzo: si quieres cosas grandes, las tienes que sudar y luchar.

Nuestra sociedad enseña la línea del menor esfuerzo, tan mediocre que enseña a hacer las cosas mal hechas y sin esfuerzo, pero hay que esforzarse para triunfar.

Estamos acostumbrados a desconfiar de lo barato, es igual con la vida: lo fácil es malo, no vale la pena, lo que vale la pena es lo difícil y es lo que obliga a crecer a ampliar el corazón, a utilizar todas las potencialidades.

Nos han dicho que la trampa a la vida funciona, yo en cambio les digo: no seas tramposo, se fiel a ti mismo.

Las trampas en Colombia han generado desconfianza en la inversión extrangera, por los robos, engaños, viveza, deshonestidad, mediocridad, mala calidad.

Pero no necesitamos de la trampa, tenemos capacidades, valores, podemos trabajar mas duro. Cada vez que una persona hace trampa engaña a los demás, pero a si mismo no lo puede hacer, y cada vez que lo hace, lo que está afirmándose a si mismo es que no sirve: ¿le confiarías a un médico tramposo la operación de tu madre?

La mayoría de las veces le dan a uno tan sólo una oportunidad, entonces toca aprovecharla con esfuerzo, sin trampa. No ser tramposo hará más difícil y demorado lograr objetivos, pero será un logro propio, no una mentira disfrazada.

Nos han dicho que podemos burlarnos de la gente distinta, por su espiritualidad, responsabilidad, valores, pureza, belleza y debemos respetar a los malevos, los irreverentes, yo en cambio les digo: admiren lo bueno, los valores, el conocimiento, lo espiritual.

La historia ha mostrado que aquellos que mantienen unos buenos principios logran triunfar; por ejemplo la persona espiritual ha desarrollado fuerza para afrontar la dificultad, en cambio el que no tiene grandeza espiritual se cae ante la dificultad.

Admiren no a la persona que vivió para si misma, sino aquella que vivió para entregar su vida a los demás, admiren al que se respeta a si mismo, al que ama el conocimiento, no admiren los reyecitos de lo fácil y cómodo.

Nos han dicho que todo es para el servicio propio y por el servicio propio, yo en cambio les digo: trabajen para el bien de todos.

Hemos aprendido desde niños que uno tiene que pensar en uno, sólo en uno mismo, lo que siento, ser amado, lo que me gusta, lo que me agrada. El yo es muy importante, pero también existen los demás, existe un mundo de todos, un ser humano que no piensa en los demás está perdiendo su esencia de ser humano.

A veces encerrados en nosotros mismos pensamos que no somos entendidos, pero ¿hacemos algún esfuerzo para comprender a alguien?, ¿nos interesamos por los demás?. Terminamos peleando con los demás por defenderse a uno mismo, sólo mi conveniencia, olvidando la conveniencia de todos. Pensar en los que sufren, dejar de ser egoístas, aprender a trabajar en grupo, en comunidad es necesario para el beneficio común y el desarrollo de las personas.

Nos han dicho que saquemos excusas, yo en cambio les digo: no saquen excusas.

Dejar a un lado las excusas, asumir las responsabilidades, no tapar los errores, no esconderse en que todos lo hacen así, o es la primera vez, o que es normal, o que sufro mucho. Uno es responsable de sus actos, la gente excelente jamás saca excusas.

CONCLUSIÓN

Todo hombre está lleno de algo bueno y grande en su interior, pero debe tomar la decisión de resaltar lo bueno sobre lo malo. Nos dirán que todos hacen lo malo, háganlo ustedes también. Pero hay que resistir, el amor es valioso, la espiritualidad es valiosa, tengan valores, sean diferentes, luminosos, bellos, diferentes, llenen de esperanza, saquen la basura de su interior, no se arruguen, sean capaces de ser diferentes.

EL LARGO CAMINO DEL PROFETA ELÍAS DESDE EL DESIERTO HASTA EL MONTE HOREB

“¡Levántate y Come!
Si no el camino sería demasiado largo para ti” 1 Re 19,7

Elías, tú ¿qué buscas?

Todas las personas recibimos el mismo llamamiento: amar y ser amadas. Las formas, en las que vivimos este llamamiento, pueden ser muy diversas. Una importante medida de ello puede ser nuestra nost-algia, que nos arrastra cada vez más hacia la meta, a la que somos llamados: amar más y dejarnos amar cada vez más por Dios y por las personas. Pero ¿cómo sigo yo la nost-algia? En realidad, verdaderamente uno puede no ponerse en camino, cuando no se sabe con certeza dónde aterrizará al final.

Un ejemplo de este viaje a lo incierto es la historia de Elías en el Horeb, 1Re 19,1-13. La actuación de Elías fue coronada por el éxito y su confianza en Dios pareció pagada. Pero después cayó en la persecución y tuvo que huir...

Elías huye al desierto. Es un lugar adonde no se va voluntariamente, un lugar misantrópico. El camino le continúa conduciendo siempre al desierto. El agua es escasa, la soledad le lleva a la duda de si la confianza en Dios ha merecido verdaderamente la pena. Se puede uno imaginar a este hombre solitario, cómo se arrastra por el desierto sin una meta firme; detrás de él sus enemigos, delante absolutamente nada, sólo desierto. Finalmente se abandona. Se tumba en el suelo y se desea la muerte. Está cansado de huir y sólo quiere morir. Cuando se duerme se le acerca un ángel, le trae pan y agua y le despierta con las palabras: “Come y bebe”.

Quizás nos queramos preguntar:
  • ¿Dónde me siento extraño?
  • ¿A qué me siento impulsado?
  • ¿Dónde tengo la impresión de que estoy en un lugar inadecuado, al que no pertenezco?
O quizás:
  • ¿Ante qué desearía sencillamente huir?
  • Presentar todo esto a Dios en la oración, las preocupaciones y necesidades, quizás también el agotamiento.
Pero, después también:

  • ¿Qué me
    mueve?
  • ¿Dónde me encuentro un “ángel”, que me da fuerzas para continuar?
  • También contemplar esto en la presencia de Dios.
Elías come y bebe y se levanta de nuevo. Evidentemente no comprende en absoluto que aquí está su posibilidad de continuar, de vivir, de alcanzar una meta. De nuevo le toca el ángel y le dice: “Levántate y come, si no el camino sería demasiado largo para ti”.

  • ¿Qué me impide continuar, aún cuando tenga la posibilidad de hacerlo?
  • ¿Qué resistencias hay en mí? ¿Temores, preocupaciones por el futuro, que me bloquean?
  • ¿Hay situaciones que me provocan, me fortalecen y me permiten partir?
Y Elías anda de nuevo. Fortalecido pasa cuarenta días y cuarenta noches en el desierto hasta que llega al monte Horeb. Cuando pernocta en una cueva, Dios le habla y le pregunta: “¿Qué haces aquí?” Elías cuenta cómo ha trabajado por Dios duramente, cómo ha hecho todo para que Dios fuera adorado y cómo esto sólo le ha producido persecución ¿Qué puedo yo decir también? Uno es perseguido, huye al desierto, casi cae muerto de sed y después Dios le pregunta “¿Qué haces aquí?”. Ésta es generalmente la pregunta más importante. Dios no le encomienda la misión siguiente, sino que le pregunta a Elías qué quiere. Por primera vez, se trata de Elías y no de que esté terminado un trabajo.

Podríamos hacernos las siguientes preguntas:

Dios responde y se da cita con Elías delante de la cueva y le llama. Primero viene una violenta tormenta, pero Dios no estaba en la tormenta. Después un terremoto sacude el lugar, pero Dios no estaba en el terremoto. Después un fuego, pero Dios no estaba tampoco en el fuego. Estos acontecimientos naturales grandes y poderosos son válidos como signos en los que se reconoce a Dios. Sin embargo, Elías escucha una brisa ligera, muy suave y Elías reconoce a Dios en ella, se cubre el rostro y sale fuera de la cueva. Y de nuevo Dios le pregunta: “¿Qué buscas aquí?
  • ¿Qué busco en mi profesión, en mi formación, en mis amistades y relaciones?
  • ¿Qué emerge aquí?
  • ¿Qué me atrae?
  • ¿Qué me ha conducido aquí?
  • La presencia de Dios está oculta para nosotros. A pesar de ello Su amor nos encuentra siempre de nuevo, por lo general en las personas, que tienen las mejores intenciones para nosotros. La Palabra de Dios tiene siempre para nosotros una lengua humana.
Hagámonos las siguientes preguntas:

  • ¿Conozco aquello de mi coloquio con Dios que, de repente, en la vida diaria halla su resonancia?
  • ¿Reconozco que, de repente, algunas personas me ayudan a continuar en el punto en que yo me quedo detenido en la oración o en la meditación personal?
  • ¿Puedo descubrir el afecto de Dios en lo que me rodea?
  • Quizás en lugar de grandes liturgias y celebraciones ¿en otro sitio muy diferente?
  • ¿Y cómo respondo a ello?
Con Elías se puede conocer a un Dios que nos pregunta: “Tú ¿qué buscas?”
Situarnos con este Dios y examinar nuestras búsquedas puede hacernos bien; puede ayudarnos a
encontrar nuestro hogar.
AnsgarWiedenhaus, S.J.
Impulso Espiritual. Jesuiten 2005/3

jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Qué quiere Dios de mí?

Hay personas que piensan que son ellos los que han elegido a Cristo, y es justo lo contrario: es el Señor quien le ha elegido. La persona lo que tiene que hacer es responder a esa llamada de Dios a la fe, a la vocación, o a la vida matrimonial.

En numerosas ocasiones se pierde la perspectiva porque pensamos que todo depende de nosotros, de nuestras fuerzas exclusivamente humanas. Esto no es así. Mi fie siempre es una respuesta a Aquel que me la da.

¿Cómo puedo saber qué quiere Dios de mí? ¿Coincide lo que Dios quiere con lo que yo quiero?

Si estamos demasiado pendiente de nosotros mismos no podemos descubrir la voluntad de Dios sobre nosotros. Necesitamos descentrarnos de nosotros. Dios tiene que ser el centro de nuestros intereses y proyectos. Es necesario descubrir la presencia de Jesús en los que nos rodean y sorprendernos por las realidades que salen a mi paso cada día.
Con las personas nos sucede que creemos que ya las conocemos, que sabemos de sus discursos, de sus gustos, de sus manías, de sus aspectos positivos o negativos; qué fácilmente las encasillamos, las hacemos incluso objeto para nosotros. Pero si ponemos un poco de atención nos damos cuenta de cómo nos pueden sorprender, porque cada día podemos descubrir algo nuevo en ellas.

Lo mismo nos pasa cuando leemos el Evangelio, narraciones que se repiten muchas veces, y que ya hasta de memoria las hemos aprendido, pero si las leemos con atención, podemos descubrir muchísimas cosas nuevas en ellas. Es necesario detenernos en los simples detalles que pasamos por encima, porque ellos nos muestran aspectos importantes de las narraciones.

Necesitamos abrir nuestro corazón al Espíritu, que hace nuevas todas las cosas cada día, que pone su novedad y creatividad en mi corazón, y que me va preparando para transformarme cada día en una criatura más apta para el Reino de Dios, que puede mostrar la presencia de los valores del Evangelio, si dejo que sea Él quien me vaya modelando en el silencio y en todos los momentos de la vida.

La persona orante tiene que aprender cada día o descubrir en el silencio las llamadas de Dios a seguirle, a vivir su compromiso como cristiano, a descubrir el proyecto de Dios para él y para el mundo. En nuestra vida aparecen los signos de la presencia de Dios. Dios no nos habla con la misma voz de las personas que nos rodean, pero Dios está comunicándose con nosotros.

En nuestra oración y nuestra vida se dan signos de la presencia de Dios. Necesitamos y debemos verlos con serenidad; para poder juzgarlos en la misma clave en la cual son enviados por Dios. La persona inmadura es aquella que vive en la superficialidad, se queda solamente en la cáscara, en lo externo, en lo agradable o desagradable de ellos y no pasa más allá de las apariencias. Saber ver en profundidad las cosas es algo esencial, de aquí la necesidad de hacer un discernimiento en la oración.

El discernimiento debemos hacerlo sobre las diferentes situaciones de nuestra vida, y sobre nuestro crecimiento en el camino de la oración y de la vivencia espiritual. En el proceso de oración quien no se esfuerza cada día en mejorar, pierde hasta lo poco que había logrado.
¿Elegimos aquellas cosas que nos ayudan a intergrarnos, a vivir centrados en Jesús, o elegimos las que nos alejan de Él.

Martin valverde

viernes, 2 de septiembre de 2011

TENGO UN DESAFÍO PARA TI EL DÍA DE HOY

Tengo un desafío para ti el día de hoy: Alégrate! ¡Regocíjate, no importa tu condición presente!
Alégrate a pesar de tus problemas personales. Sí, ya sé que esto suena muy raro y parece imposible de hacer.

Estamos acostumbrados a perseguir el éxito, las riquezas y la abundancia. Pensamos que cuando todo nos va bien estamos en el camino correcto. Creemos que cuando somos prosperados y nos "sentimos" bien, estamos "en el centro" de la voluntad de Dios. Por eso muchos de nosotros caemos cuando sobreviene el día oscuro, porque no estamos preparados para vivirlo.

Mira lo que escribió Pablo: "Nos alegra saber que, por confiar en Jesucristo, ahora podemos disfrutar del amor de Dios, y que un día compartiremos con él toda su grandeza. Pero también nos alegra tener que sufrir, porque sabemos que así aprenderemos a soportar el sufrimiento. Y si aprendemos a soportarlo, seremos aprobados por Dios". Romanos 5:3-4 (TLA)

Pablo veía el sufrimiento como algo de lo cual aprender, para así alcanzar la meta suprema: la salvación de su alma.

En las tormentas de tu vida, puedes elegir dejarte llevar, o aprender a navegar con vientos contrarios que amenazan con hundirte. Siempre que enfrentes problemas y dificultades, pregúntate qué puedes aprender de ellos. Tu sufrimiento tiene un propósito de Dios: aprender a soportarlo, ya que si lo haces, saldrás aprobado por Dios.

Pablo sabía mucho lo que era sufrir por causa de Cristo, y declaró: "Tres veces le rogué al Señor que quitara este sufrimiento; pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte". 2 Corintios 12:8-10 (NVI)

Los problemas y el sufrimiento son inevitables, pero nunca insoportables: "Ustedes no han pasado por ninguna tentación que otros no hayan tenido. Y pueden confiar en Dios, pues él no va a permitir que sufran más tentaciones de las que pueden soportar. Además, cuando vengan las tentaciones, Dios mismo les mostrará cómo vencerlas, y así podrán resistir". 1 Corintios 10:13

Recuerda lo que dijo Jesús: "En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo". Juan 16.33 (NVI)

Así que en vez de enfocarte en tu sufrimiento, por tus ojos en Jesús, el autor y consumador de tu fe, y haz esta oración que hizo el salmista, en voz alta:

"Dios mío, tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia, pues tú mismo me hiciste. ¡No me abandones!" Salmo 138:8 (TLA)

Dios cumplirá Su propósito en Ti, porque Su amor es para siempre!


"Porque el Señor no abandonará a su pueblo, ni desamparará Su heredad". Salmo 94.14

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿QUÉ TAN CORTA TIENE QUE SER TU CRUZ?































Sólo hay una salida para los sufrimientos…pasando por ellos,
Dios nunca te dará más de lo que puedes cargar.
Así que carga tu cruz y regocíjate en el premio.
Aprendamos a cargar nuestra cruz sin renegar y sólo pidamos al Señor fuerza y fortaleza
para salir adelante y salir triunfadores.
Cualquiera sea tu cruz,
Cualquiera sea tu dolor,
siempre habrá un resplandor , un atardecer,
después de la lluvia …..
Quizás puedas tropezar,
quizás hasta caer…..
Pero Dios siempre está listo
a responder a tu llamada ……
Dios siempre enviará un arco iris
después de la lluvia.

viernes, 15 de abril de 2011

AMISTAD DE PIEDRA Y ARENA

Cuenta una historia que dos amigos iban caminando por el desierto. En algún punto del viaje comenzaron a discutir, y un amigo le dio una bofetada al otro. Lastimado, pero sin decir nada, escribió en la arena: “Mi mejor amigo me dio hoy una bofetada”.


Siguieron caminando hasta que encontraron un oasis, donde decidieron bañarse. El amigo que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, pero su amigo lo salvó. Después de recuperarse, escribió en una piedra: “Mi mejor amigo hoy salvó mi vida”.


El amigo que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó: “Cuando te lastimé escribiste en la arena y ahora lo haces en una piedra. ¿Por qué?” El otro amigo le respondió: “Cuando alguien nos lastima debemos escribirlo en la arena donde los vientos del perdón pueden borrarlo. Pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo en piedra donde ningún viento pueda borrarlo”.


REFLEXION


Como en todo debemos tomar decisiones sabias. Aprender a escribir tus heridas en la arena, y grabar en piedra tus bendiciones. Hace más de dos mil año, Dios hecho hombre decidió en la cruz grabar el perdón incondicional por todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros. El decidió con su sacrificio y resurrección borrar con los vientos del perdón nuestras ofensas, transgresiones y maldad. Se requiere saber amar, para decidir perdonar. No necesitas sentirlo, es una decisión igual que amar o tener fe. He escuchado a alguien decir que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla, pero una vida entera para olvidarla. Recuerda hoy hacer memorable la buena acción y olvidable la mala.


ESCRITURA


Lucas 7:47 “Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amo mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama”. Si Dios nos ha perdonado a todos por todo, quienes somos nosotros para no perdonar a otros, quienes somos para grabar en piedra el dolor, las heridas, el abandono, el rechazo, el temor. Cada año presenta la oportunidad nueva de hacer las cosas diferentes, de romper paradigmas, de perdonar y empezar a escribir cada momento memorable en piedra.

miércoles, 9 de marzo de 2011

LA CUARESMA

«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)


Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.


Benedicto XVI

miércoles, 16 de febrero de 2011

¿DIOS CREÓ TODO LO QUE EXISTE?

Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta.
-¿Dios creó todo lo que existe?
Un estudiante contestó valiente:
-Sí, lo hizo.
-¿Dios creó todo?
-Sí señor, respondió el joven.
El profesor contestó, -Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo:
-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
-Por supuesto, respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó:
-¿Profesor, existe el frío?
-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?
El muchacho respondió: -De hecho, señor, el frío no existe.
Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.

-Y, ¿existe la oscuridad?, continuó el estudiante.
El profesor respondió:
-Por supuesto.
El estudiante contestó:
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe.
La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

Finalmente, el joven preguntó al profesor:
-Señor, ¿existe el mal?
El profesor respondió:
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.
A lo que el estudiante respondió:
-El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.

El nombre del joven era: Albert Einstein